Para empezar, los protagonistas son la familia Etxebeste, una familia acomodada de algún pueblecito de Guipuzkoa. Casualmente, como Diego Antxon Echeveste que soy, esa descripción concuerda con mi familia.
Al igual que el aitona de la película, mi abuelo; el que fuera Ignacio Echeveste; fundó durante el pasado siglo una prospera empresa. Mi abuelo, de Tolosa (sede de las papeleras), fundo una empresa de procesamiento de resina para papel. Pero el de la película funda una empresa textil de boinas... algo que tampoco se desliga de mi familia, ya que al ser yo Echeveste Amenabar Elosegui, me emparento con los dueños de Boinas Elosegui.
Total, tanto el abuelo Echeveste ficticio como el real, fundaron una prospera empresa. Lo que en aquel entonces los colocó entre la gente "diruduna" del entonces.
Pero tanto en realidad como en ficción, a finales de siglo la industria cedió su importancia al servicio; desapareciendo la industria local a manos de macro multinacionales.
En la película, el padre es quien hereda la empresa; llevándola como bien puede en estos nuevos tiempos.
Pero la nueva tendencia se impone y "Textiles Etxebeste" acaba cerrando. Con lo consecuente, la familia queda sin dinero, y no pueden ir de vacaciones (que es la trama de la película). Pero Eugenio (el padre) goza de fama en el pueblo, y si son capaces de aguantar el verano fingiendo que sí están de vacaciones; es más que probable que salga elegido alcalde.
En la vida real, fue en mi padre Diego sobre quien recayó la responsabilidad de "Echeveste Resinatos".
Ya cuando mi abuelo fue mayor para dirigir, y los nuevos tiempos requerían nuevas estrategias, la empresa finlandesa "Raisio Chemicals" se anexionó fundando "Raisio Echeveste".
Trágicamente, mi abuelo falleció hace ya 15 años, pasando mi padre a ser dueño junto con mi abuela.
Pero los noventa no hicieron más que empeorar la situación.
Para una pequeña empresa de una sola fábrica (en su tiempo mi abuelo pensó en abrir más, pero le pillo la crisis de... no-se-que-decada XD) le era imposible competir con multinacionales, y mi padre optó por vender la fábrica a la multinacional "CIBA". Con el trato, la fabrica seguía en marcha y mi padre seguía en su puesto de director; pero dejaba de ser propietario.
Osea: mismo trabajo, menos responsabilidad, menos riesgo, trabajo asegurado, pero con sueldo fijo y nada de beneficios.
Pero ni siquiera CIBA sobrevivió en este mundo de macro conglomerados. La gigantesca "BASF" (quizas no la conozcas, pero con los productos químicos que producen se fabrican un tercio de las cosas que tienes en tu casa... los otros dos tercios lo producen otras macro empresas similares) su punto de mira sobre la fabrica. Mi padre entró en acuerdo con ellos y volvió a salvarla por los pelos.
Pero hace cosa de un año o dos, a BASF se le antojó que la fabrica no merecía la pena. Al fin y al cabo, a una empresa que dirige ciudades-industria y posee millones de empleados en plantilla ¿que más le da una fabrica con 50 currelas?
Por suerte, mi padre sigue siendo util a BASF como jefe de ventas y sigue ganando un buen sueldo a cambio de horas de portatil y viajes semanales a Barcelona o Italia. Pero la vieja fabrica, que sigue siendo de mi padre, está ahora vacía y cerrada.
Ya no hay currelas de guardia los domingos. Ni enormes maquinas de mezclado de resina. Las oficinas están vacías. Hasta el último cristal de resina ha desaparecido. Solo quedan la viejas paredes de hormigón que revelan que allí algún día hubo vida y prosperidad.
Puede pareceros absurda esta melancolía. Hay dinero en casa. La crisis es algo horrible que sale por la tele. Un enemigo feroz que habré de enfrentar cuando busque trabajo. Pero la vida no es la misma. Aunque nunca lo admitirá, mi padre echa de menos el viejo legado de los Echeveste.
Trabaja para una gran empresa. Una empresa tan grande que no dudara en echarle si ya no es de utilidad.
Cuando mi abuelo vivía, era "don" Ignacio. Mi padre me decía que le gustaba ir a restaurantes normales, porque allí le trataban mejor que en los elegantes. En los elegantes todos eran "don".
Pez gordo en estanque pequeño.
Mi padre es un pez gordo en un mar de tiburones.
Y yo, cuando era pequeño, le decía a mi padre que estudiaría química.
Para así heredar la fábrica. Para seguir con el legado.
Iluso de mi.
Pero ya no hay legado. Solo una vieja fachada de hormigón armado.
Antaño, en una zona asilvestrada de la fabrica, los perros de caza de mi padre campaban a sus anchas.
Pero no hay perros ya. Y no es por falta de sitio, pues sitio es lo único que hay.
No pretendo ser mejor que nadie, por donde vengo, por lo que tengo o lo que mi familia llego a tener.
Solo hecho de menos aquella época donde la vida era sencilla, y un hombre emprendedor y con pelotas podía crear algo que no solo lo alimentara a él, si no a su familia (actual y futura) y a las familias de cuantos trabajaban en ese sueño.
Pero aquel, no es este mundo.
Es un mundo diferente perdido en las fotos ajadas y el celuloide de 8mm.
En la película, el hijo Iñaki se da cuenta de que el legado Etxebeste está muerto, y en vez de intentar reabrir la fábrica, decide darse a su pasión, la música.
Yo soy mal músico. Pero soy un dibujante. Y si Dios quiere algún día un arquitecto. No se si encontraré trabajo como tal, o tendré que meterme a profesor.
Pero sea lo que sea, seré un Echeveste.
Pd: Para quien lea esto, espero que os haya servido para entenderme mejor... Al fin y al cabo, es mi blog XD. Y si nadie lo lee... bueno, ¿acaso no son así los diarios? XDD
Pd2: En serio, la peli está calcada... Iñaki, toca el bombardino, casualmente el mismo instrumento que tocaba mi difunto bisabuelo Luis Echeveste... vale es una casualidad ¿pero cuanta gente conocéis que toque el bombardino?...¿ Sabéis si quiera lo que es un bombardino? XDD
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